lunes, 10 de diciembre de 2012

Mr. Antivirus / Vino a amenizar nuestras desgracias el estadounidense John McAfee.



Juan Carlos Lemus

Nada tan entretenido había sucedido en el país –en materia de extranjeros- desde las desventuradas cuitas acaecidas en 2009, cuando el español Armando Lusquiños, autodenominado el Monje, anunció que había organizado una guerrilla. Quienes siguieron de cerca aquellos capítulos, recordarán que tras tales declaraciones fue vapuleado por sus camaradas y enviado de vuelta a España por el Gobierno. Si no vivieron los desdichados episodios, les ofrezco mi versión resumida.

Hallábase hundido el Monje entre selvas guatemaltecas, acaso alimentándose de mandiocas, y decía comandar a 300 mil personas armadas hasta los dientes y con bombas ocultas entre los fondillos. El 11 de octubre de 2009 hubo un apagón de electricidad en todo el país. El Monje se atribuyó el ataque. Advirtió que era el inicio de la revolución del siglo XXI.

Muchos aplaudimos la moción. Aburridos de tanta miseria y de nuestros inútiles pataleos verbales, ansiábamos que sucediera algo importante, algo que de verdad hiciera temblar las estructuras de poder. Así que corrimos a desempolvar viejas consignas que un día gritamos a todo pulmón en las calles o quizás debajo de la cama: “Abajo la tiranía”, “Patria o muerte”, “Fuera imperialistas” y demás vejestorios guardados en buhardillas mentales.

Para nuestra pronta desilusión, el Monje actuaba con sospechosa ingenuidad. Cuando todo parecía listo para la rebelión, sus aliados lo desconocieron, lo pescocearon el 12 de octubre de 2009 cuando manifestaban frente a Casa Presidencial.  Fue conmovedor verle la boca sangrante. Tuvo suerte de que no lo lincharan. Después, cuando le preguntaron si  en realidad era el culpable de haber dejado sin luz al país, respondió que ya el ministro de Gobernación había explicado que lo hizo un rayo, y que él no producía rayos, por lo tanto, no era culpa suya. De manera que estaba loco, pero no era estúpido. Parecía buena persona. Tuvo la osadía de arar sobre la mar de los desposeídos.

Ahora viene a amenizar nuestras desgracias el otrora multimillonario estadounidense John McAfee, creador del antivirus informático de su apellido.  Sospecho que los inventores de esas  vacunas son los mismos que crean el virus para vender  el mal y el remedio. Viene huyendo de la justicia beliceña. Según él, sufre persecución política. Lo cierto es que se trata de un tipo extraño. En la web hay fotos suyas en las que posa cual Rambo con fusiles y amigos asaz ramboides.  Lo que no sabía don Antivirus era que igual vendría a caer en cuna de lobos.

Fue llevado, eso sí, cariñosamente por la Policía, sin esposas, fumando entre la patrulla, con las atenciones que merece un tipo de su estatura, claro. A nuestros paisanos en EEUU, en cambio, como son de Toto, Sololá, Huehue o Taxisco los engrilletan, arrodillan, manosean e insultan como si fueran asesinos. Tales humillaciones quedan impunes y continúan. En tanto que Obama muestra un falso interés en ayudar a los migrantes guatemaltecos, don Antivirus yace albergado en refugio migratorio, accede a su blog, tiene visitas de su novia, se engarabata con plausible teatralidad y es llevado al hospital. Vino a proveer jocosidad y repudio; estamos acostumbrados.