domingo, 13 de enero de 2013

Revolución 2013


 Los enemigos ya no son solo la burguesía y los proletarios, como en tiempos de Marx y Engels.


Por Juan Carlos Lemus


Hemos llegado al colmo de hablar de productos revolucionarios de limpieza, o de revoluciones musicales y tecnológicas en un país estancado. La prostitución conceptual es grave. Guatemala emerge al 2013 con demasiados problemas. El más crítico es su confusión mezclada con pasividad. Antes, en el mundo los enemigos eran la burguesía y el proletariado. Hoy se enfrentan asalariado contra asalariado, indígenas matan a indígenas, pobres extorsionan a pobres, clases medias meten zancadillas a quienes intentan rebasarlos, y otros más acomodados se cubren las espaldas de quienes son más ricos y por lo tanto más peligrosos.

El ser humano llegó a un estado en el que lo más maravilloso que puede sucederle en la vida es comprar un buen celular, o un televisor para mirar en familia cómo juegan los equipos europeos y llorar porque gente buena reúne juguetes para niños pobres.

Toda siembra de avasallamiento tiene frutos en un país parcelado. Al ciudadano que llega a su trabajo encaramado en la parrilla de un bus le importa un pepino que el gobierno de Pérez Molina desafíe a la CIDH para favorecer al genocida Ríos Montt por sus crímenes de lesa humanidad; a otros asalariados nomás les importa que sean reducidos los impuestos y no el que las personas son asesinadas en los buses. Muchos sindicatos se volvieron miserables clubes de vagos y oportunistas. Al trabajador de maquila le tiene sin cuidado que suban los impuestos a quienes ganan arriba de Q5 mil, así como a quien gana el doble no le importa si los empleados de maquila trabajan bajo la imprecación coreana. Tal es el panorama de la Guatemala 2013, río revuelto, ganancia de tiburones. Retornamos a la subyugación y al vasallaje, con el aditivo de un individualismo cibersocializante y macroinhibidor. La aristocracia decimonónica parió el maridaje que hoy sostienen políticos, empresarios y Ejército, a cuyos pies se acuchillan intelectuales, asalariados y analfabetos, que son a veces lo mismo.

Los enemigos ya no son solo la burguesía y los proletarios, como en tiempos de Marx y Engels, sino todos contra todos enmarañados bajo la mirada excitada de la tríada. Personas enfurecidas y conscientes de su fiasco electorero accionan contra sus iguales en calles, oficinas y hogares. Programas radiales de poca monta manipulan la opinión ciudadana haciendo sondeos sobre la mentalidad de los chorizos. Su audiencia —intelectualidad incluida— acaba creyendo que posee formación política porque oye noticias sobre política, y se considera dentro de una ideología porque refríe frases de superación que adapta a la realidad nacional con una comicidad semejante a la de atornillar un palo a un robot paticojo. Todo mundo quiere superarse y para ello cita las leyes del vaso medio lleno, la nueva era, la oportunidad que hay en cada crisis y otros argumentos que reducen las acciones a retórica, y casi siempre a una retórica bien rancia.

Entonces, quién es el enemigo y cómo accionar. Ese es nuestro grave problema. No sabemos cómo transformar la sociedad porque estamos desinformados, manipulados y solos, más solos que nunca, incluso vociferando entre nuestros grupos de protesta estamos malditamente solos