JUAN CARLOS LEMUS
Ricardo Arjona es un prodigio en la música iberoamericana. Ha sabido franquear las puertas y mezquindades propias de una carrera mundialmente competitiva.
Por eso y porque me gustan sus canciones, cuando supe que algunas personas se ensañaron contra él y su trabajo artístico pensé, bueno, a otros no les gusta y es normal, pero cuando leí los niveles de ferocidad alcanzados comprobé una vez más cuán negras tiene las uñas doña envidia.
La opinión más violenta fue de la periodista Marcela Gereda, quien posteriormente se disculpó diciendo que ella llevó“demasiado lejos el lenguaje”. No es, en realidad, que lo haya llevado lejos, más bien lo aplicó en bruto, posiblemente bajo los efectos de algún intenso rencor personal. Después, sospecho que estremecida, bajó la cabeza y miró las aguas en el piso. Tarde se preguntó por dónde se coge al toro, si por los cuernos o por el rabo, cuando ya había intentado —infructuosamente— de banderillearle las criadillas.
Fue una travesura violenta. Un arrebato de pequeña divinidad. El problema es que no es una niña ni una divinidad, tampoco una autoridad periodística, pero dado que tiene un espacio de incidencia social conviene revisar su saña. Arremetió con espíritu linchador y vehementes modos dignos de persignarse. No leo a Gereda por varias razones, la más importante, porque me disgusta el periodismo adicto a la notoriedad, tendencioso, mezcla de repollo maquillado tras una vitrina. Fue motivado por la respuesta que publicó Arjona a sus críticos (Prensa Libre, 661733824.html) que leí a los pocos que han adversado su gira y la promoción Guatemorfosis, tanto en Twitter como en columnas de opinión. O bien manejan un discurso contra la oligarquía —como si jamás se hubieran tomado una Pepsi Cola— o felicitan a la dama.
Es espeluznante. Gereda cogió los más pesados tetuntes y con fuerza labriega se lanzó contra una buena persona. Sí, contra un hombre que canta. Y que canta con alegría. Que aporta más con sus canciones y su Fundación Adentro que quienes minusvaloran sus logros.
Días después, Gereda publicó la parte dos. De nuevo, inesperadamente envalentonada, metamorfoseó en teórica y socióloga. Eso sí, cogiéndose de hombres trascendentes, de guatemaltecos que han dejado huella. Es ese un grave problema del periodismo de opinión, cualquiera crea un escándalo para llamar la atención, luego, se revuelca y al día siguiente escribe su parte dos. Mucho de onanismo hay en eso.
Por otro lado, sugiero a Gereda que lea sobre historia de la literatura para que se entere qué es un “poeta maldito”. Hay que conocer el peso de las piedras que se lanzan. Y el que Arjona haya respondido a sus críticos me parece una actitud valiente. De una estrella se espera que sea muda y tonta ¿Por qué tendría él que ser igual?
Finalmente, supongo que Gaby Moreno se habrá sentido incómoda de recibir aplausos de la misma persona que maldice a Ricardo. Encima, Gereda la elogia con una cursilería decimonónica: “Su tierna timidez habla de un alma limpia”. Es desagradable que le atribuya una pureza estilo Mujercitas a una cantante profesional, y que la siente en un trono para que presencie la matazón del circo.