sábado, 3 de marzo de 2012

Las ideas drogadictas/

De locos, vésperos, Shakespeare, ratas y un poco de buen y mal humor en torno a la despenalización de drogas en Guatemala.


JUAN CARLOS LEMUS


En Guatemala, hará 15 años, hubo un grupo de escritores que buscaba la creatividad por medio del consumo de drogas. Se reunían para inspirarse, se metían cosas por la nariz y hablaban muchas estupideces. De hecho, se filmaron y publicaron en tales condiciones para exhibir genialidad. Querían ser los infantes terribles de una Guatemala genuinamente terrible. Afrancesados y medianamente beatnik, quedan por ahí sus libros llenos de sapos y hazañas voluptuosas.

Admiraban a una especie de gurú de sangre italiana que supo encantarlos. Tanto lo siguieron que, hasta la fecha, algunos todavía gesticulan y hablan como él, con la afectación de un rostro desdeñoso. Mientras que el gurú va dejando huella, ellos siguen perfeccionando la pose. Algunos seres, esclavos por naturaleza, buscan un amo. Entre los artistas sucede con frecuencia.

Drogas y literatura son un experimento de hace siglos, aunque no todos pueden vadear en tales aguas. O se es un genio, o se es un nene encantado por musas rojas y vésperos alucinantes. Es posible que Shakespeare fuera drogadicto y homosexual. Otros, como Truman Capote, no dejan lugar a dudas; su frase más famosa es aquella de: “Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio”.

Las drogas nacen legales —o al menos, no penalizadas—. A principios del siglo XIX en Inglaterra, por ejemplo, era normal inhalar óxido nitroso en los teatros. Era el llamado gas de la risa que devino en anestesia. Con el tiempo, esos y otros narcóticos fueron prohibidos porque tenían funestas y diversas consecuencias. Tan diversas que mientras el pacífico hippie habla de paz y amor, el adicto a fuertes peyotes sufre esclavizado a los pies del pusher.

Por estos días, cuando Otto Pérez y Roxana Baldetti se empeñan en debatir sobre la despenalización en Centroamérica, hay en las calles más hambre de seguridad que de campaña con características holandesas. Nuestro país es pobre, inseguro y violento. Antes de vagar por la región con ideas que desde ya celebran los futuros empresarios de la coca, urge aplacar el hambre. Intelectuales progres ya hacen números y chupan su lápiz. Pero Portugal y Holanda despenalizaron porque tienen una poderosa infraestructura de rehabilitación, en tanto que Guatemala ni siquiera ha podido alfabetizar.

La propuesta es semejante a pintar la fachada de una casona que adentro tiene maleza, el techo podrido y meados de rata. Afuera están Pérez y Baldetti, pintura en mano, diciendo al mundo: “Pintemos, así se van las ratas”. Lo ridículo es que ya saben que Estados Unidos —ese gran pusher de la economía— no les da permiso. Aún así, aparentando insurrección, pero, en realidad, justificando de antemano que se fortalecerá el narcotráfico en los próximos cuatro años, hacen una gira por Centroamérica. El primero en responderles fue Panamá: “Por nuestra parte, honorable señora, váyanse ustedes por un tubo”.

Ah, pero, de todas maneras, quieren proponerlo en la cumbre de Cartagena. ¿Es que esta gente no sabe que el país está harto de falsedad, y que es tan pobre que hay asesinatos por robo de celulares, tan pobre que hasta sus intelectuales fingen problemas de adicción para darse tupé de incomprendidos?