domingo, 25 de marzo de 2012

Geredamorfosis/ acerca de los comentarios en contra de Ricardo Arjona


JUAN CARLOS LEMUS

Ricardo Arjona es un prodigio en la música iberoamericana. Ha sabido franquear las puertas y mezquindades propias de una carrera mundialmente competitiva.

Por eso y porque me gustan sus canciones, cuando supe que algunas personas se ensañaron contra él y su trabajo artístico pensé, bueno, a otros no les gusta y es normal, pero cuando leí los niveles de ferocidad alcanzados comprobé una vez más cuán negras tiene las uñas doña envidia.

La opinión más violenta fue de la periodista Marcela Gereda, quien posteriormente se disculpó diciendo que ella llevó“demasiado lejos el lenguaje”. No es, en realidad, que lo haya llevado lejos, más bien lo aplicó en bruto, posiblemente bajo los efectos de algún intenso rencor personal. Después, sospecho que estremecida, bajó la cabeza y miró las aguas en el piso. Tarde se preguntó por dónde se coge al toro, si por los cuernos o por el rabo, cuando ya había intentado —infructuosamente— de banderillearle las criadillas.

Fue una travesura violenta. Un arrebato de pequeña divinidad. El problema es que no es una niña ni una divinidad, tampoco una autoridad periodística, pero dado que tiene un espacio de incidencia social conviene revisar su saña. Arremetió con espíritu linchador y vehementes modos dignos de persignarse. No leo a Gereda por varias razones, la más importante, porque me disgusta el periodismo adicto a la notoriedad, tendencioso, mezcla de repollo maquillado tras una vitrina. Fue motivado por la respuesta que publicó Arjona a sus críticos (Prensa Libre, 661733824.html) que leí a los pocos que han adversado su gira y la promoción Guatemorfosis, tanto en Twitter como en columnas de opinión. O bien manejan un discurso contra la oligarquía —como si jamás se hubieran tomado una Pepsi Cola— o felicitan a la dama.

Es espeluznante. Gereda cogió los más pesados tetuntes y con fuerza labriega se lanzó contra una buena persona. Sí, contra un hombre que canta. Y que canta con alegría. Que aporta más con sus canciones y su Fundación Adentro que quienes minusvaloran sus logros.

Días después, Gereda publicó la parte dos. De nuevo, inesperadamente envalentonada, metamorfoseó en teórica y socióloga. Eso sí, cogiéndose de hombres trascendentes, de guatemaltecos que han dejado huella. Es ese un grave problema del periodismo de opinión, cualquiera crea un escándalo para llamar la atención, luego, se revuelca y al día siguiente escribe su parte dos. Mucho de onanismo hay en eso.

Por otro lado, sugiero a Gereda que lea sobre historia de la literatura para que se entere qué es un “poeta maldito”. Hay que conocer el peso de las piedras que se lanzan. Y el que Arjona haya respondido a sus críticos me parece una actitud valiente. De una estrella se espera que sea muda y tonta ¿Por qué tendría él que ser igual?

Finalmente, supongo que Gaby Moreno se habrá sentido incómoda de recibir aplausos de la misma persona que maldice a Ricardo. Encima, Gereda la elogia con una cursilería decimonónica: “Su tierna timidez habla de un alma limpia”. Es desagradable que le atribuya una pureza estilo Mujercitas a una cantante profesional, y que la siente en un trono para que presencie la matazón del circo.

sábado, 3 de marzo de 2012

Las ideas drogadictas/

De locos, vésperos, Shakespeare, ratas y un poco de buen y mal humor en torno a la despenalización de drogas en Guatemala.


JUAN CARLOS LEMUS


En Guatemala, hará 15 años, hubo un grupo de escritores que buscaba la creatividad por medio del consumo de drogas. Se reunían para inspirarse, se metían cosas por la nariz y hablaban muchas estupideces. De hecho, se filmaron y publicaron en tales condiciones para exhibir genialidad. Querían ser los infantes terribles de una Guatemala genuinamente terrible. Afrancesados y medianamente beatnik, quedan por ahí sus libros llenos de sapos y hazañas voluptuosas.

Admiraban a una especie de gurú de sangre italiana que supo encantarlos. Tanto lo siguieron que, hasta la fecha, algunos todavía gesticulan y hablan como él, con la afectación de un rostro desdeñoso. Mientras que el gurú va dejando huella, ellos siguen perfeccionando la pose. Algunos seres, esclavos por naturaleza, buscan un amo. Entre los artistas sucede con frecuencia.

Drogas y literatura son un experimento de hace siglos, aunque no todos pueden vadear en tales aguas. O se es un genio, o se es un nene encantado por musas rojas y vésperos alucinantes. Es posible que Shakespeare fuera drogadicto y homosexual. Otros, como Truman Capote, no dejan lugar a dudas; su frase más famosa es aquella de: “Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio”.

Las drogas nacen legales —o al menos, no penalizadas—. A principios del siglo XIX en Inglaterra, por ejemplo, era normal inhalar óxido nitroso en los teatros. Era el llamado gas de la risa que devino en anestesia. Con el tiempo, esos y otros narcóticos fueron prohibidos porque tenían funestas y diversas consecuencias. Tan diversas que mientras el pacífico hippie habla de paz y amor, el adicto a fuertes peyotes sufre esclavizado a los pies del pusher.

Por estos días, cuando Otto Pérez y Roxana Baldetti se empeñan en debatir sobre la despenalización en Centroamérica, hay en las calles más hambre de seguridad que de campaña con características holandesas. Nuestro país es pobre, inseguro y violento. Antes de vagar por la región con ideas que desde ya celebran los futuros empresarios de la coca, urge aplacar el hambre. Intelectuales progres ya hacen números y chupan su lápiz. Pero Portugal y Holanda despenalizaron porque tienen una poderosa infraestructura de rehabilitación, en tanto que Guatemala ni siquiera ha podido alfabetizar.

La propuesta es semejante a pintar la fachada de una casona que adentro tiene maleza, el techo podrido y meados de rata. Afuera están Pérez y Baldetti, pintura en mano, diciendo al mundo: “Pintemos, así se van las ratas”. Lo ridículo es que ya saben que Estados Unidos —ese gran pusher de la economía— no les da permiso. Aún así, aparentando insurrección, pero, en realidad, justificando de antemano que se fortalecerá el narcotráfico en los próximos cuatro años, hacen una gira por Centroamérica. El primero en responderles fue Panamá: “Por nuestra parte, honorable señora, váyanse ustedes por un tubo”.

Ah, pero, de todas maneras, quieren proponerlo en la cumbre de Cartagena. ¿Es que esta gente no sabe que el país está harto de falsedad, y que es tan pobre que hay asesinatos por robo de celulares, tan pobre que hasta sus intelectuales fingen problemas de adicción para darse tupé de incomprendidos?