Nace un mito
Irina Darlée y Tasso Hadjidodou, amigos que saltaron los charcos de un día lluvioso,
del océano y de la vida.
del océano y de la vida.
Juan Carlos Lemus
Al volver de algún descanso como
el de Navidad, la escritora Irina Darlée (Moscú 1921-Guatemala 2008) venía a la
sección Cultura de este diario y solía preguntarnos, casi como broma de
tradición: “¿Qué tal pasaron su descanso? ¿Estuvieron contentos o con la
familia?”. Su buen humor era extraordinario. Dama de carro viejo y chofer mayor,
culta y nada solemne, aprendió a bailar sardanas con Salvador Dalí, a quien
visitaba en su casa de Cadaqués; fue
amiga de Cela. Contaba de cuando amigos suyos y de Tasso Hadjidodou (Bélgica,
1921-Guatemala, 2012) quisieron unirlos para que salieran juntos a las
actividades culturales.
“Yo recuerdo –decía Irina, con su
acento ruso-alemán– una vez que fuimos al Teatro Nacional con Tasso. Mi chofer
y yo pasamos por él. Cuando llegamos, caían aguaceros. Yo iba elegante. Llevaba
mi abrigo caro, ese que te conté que me robaron del armario, me costó 3 mil
dólares, una ganga, Carlos, esos abrigos valían el triple, pero lo compré a
buen precio, en Rusia. Un día llegué y el abrigo había desaparecido. ¿Para qué
lo querrían? ¿Para usarlo como alfombra?
¿Para hacerlo pedacitos y usarlo como almohada? Lo digo porque no era un abrigo
como para andar por ahí con chancletas bajo el sol. Pues esa noche que fuimos
al concierto con Tasso, caían aguaceros. Cuando bajamos del carro, casi tuvimos
que saltar un charco. Salpicados, llegamos a la entrada donde estaban el
embajador de España y otros amigos esperándonos. Cuando nos vieron empapados,
uno de ellos dice: ´Tasso ¿por qué no cargó a Irina? Usted, que es un caballero,
la hubiera cargado para cruzar el charco´. Y Tasso, sin pestañear, le responde,
refiriéndose a mi gordura: ´¿Si a usted le hubiera tocado cargarla, por cuál
pedazo habría comenzado?´”
Tasso e Irina fueron público asiduo,
respetuoso, atento en las actividades culturales durante más de 60 años. Ahora
son una página amarilleada del diario, aunque sobre Tasso nace un mito por
estos días. Antenoche, en la Sexta Avenida, vi a un muchacho que hace de novedoso
guía para el turismo local. Junto a la escultura de Tasso, rodeado de paseantes
boquiabiertos, explicaba: “Tasso fue el creador de este paseo de la Sexta.
Tasso fundó las Escuelas Municipales de Arte. Él trajo de Europa el concepto de
escuela de pintura y de música. Él fundó la Sinfónica Municipal”. Luego, con
tono inquisidor, preguntó a su público: “¿Ya vieron lo que está haciendo Arzú
en el parque central, eso de poner una pista de hielo? Si Tassito hubiera visto eso, se muere, ¡se muere!, porque Tasso creó el concepto de Centro
Histórico”.
…Sorprendente, interesante circunstancia
extraída del más puro ingenio guatemalteco. El mito crecerá. En pocos años se
solidificará cual Piedra de los Compadres. De momento, comparto con usted estos
versos del Rubaiyat, para que juntos
con Omar Jayam, el autor, brindemos a la salud post mórtem de Irina y Tasso:
“Convéncete bien de esto: Un día
tu alma dejará el cuerpo/ y serás arrastrado tras un velo entre el mundo y lo desconocido/
Mientras esperas ¡Sé feliz!/ Pues no sabes cuál es tu origen e ignoras cuál es
tu destino” (Estrofa XXVII).