Según parece, fue descubierto el síndrome
de Guatemala, una variante del de Estocolmo.
de Guatemala, una variante del de Estocolmo.
Juan Carlos Lemus
Guatemala tiene antecedentes penales, policíacos y
depresivos. Nuestros bisabuelos vivieron bajo la polvazón caballar de Estrada
Cabrera; sus hijos sufrieron el terror de la Policía de Ubico, y nuestros
padres fueron humillados por la judicial y los grupos paramilitares.
Pese a tan grosero saqueo de nuestra felicidad, no sabemos
cómo, pero aquí estamos. Fuimos procreados con amor y hemos crecido llenos de
esperanza. Es una esperanza tan grande que consiguió derrocar –al costo de la
sangre- tanto a tiranos como a molestas aves de corral. Nos defendimos cuales
gatos panza arriba y sobrevivimos a la regadera de balazos hasta que se firmó
la paz.
Si nuestra historia daría como para escribir cuentos de
terror, fuimos todavía más lejos. El 6 de noviembre del año 2011 creo que se
descubrió en Guatemala una variante del síndrome de Estocolmo, aquel en el cual
la víctima se enamora de su secuestrador.
Nadie hubiese creído que sería electo para gobernar un tipo
acusado de haber participado en crímenes de lesa humanidad. Ciertamente, la
decisión era difícil, porque el otro candidato tampoco era una ganga. Para tener
aspiraciones presidenciales, a Manuel Baldizón le sobró egocentrismo,
mesianismo y chaladura.
No debería extrañarnos ya nada en un país donde personajes de izquierda y
derecha han venido vendiendo podrido el maíz, hay sindicatos que sirven de alfombra roja para
que la pisen sus amos y no hay ideología de partidos. Época tan caótica me trae a la mente estos versos: “Es hora de
acostarse con quien les plazca/ y de irse a los puñetazos con una monja”.
El problema no es que Pérez Molina sea militar. Los hay
respetables –vivos y muertos- como Jacobo Árbenz Guzmán. O si picamos más alto,
en la historia de la humanidad los hay trascendentes como Charles de Gaulle o
Domingo Faustino Sarmiento. El problema es que habiendo tantos millones de
habitantes honrados nos gobernará uno que tiene un pasado sospechoso. De su
currículo deberían resaltar sus estudios de Alta Gerencia en el INCAE y su
maestría en Relaciones Internacionales en la Francisco Marroquín, pero
sobresale que sea cuque porque su actividad como tal fue sumamente grave.
La noche del 6, su partido lanzó al cielo miles de dólares
en juegos artificiales. Tronó a todo pulmón la banda Sonora Dinamita, hubo
discursos, lágrimas y las primeras muestras de desenfreno de la señora
Baldetti, cuya inauguración como vicepresidente electa ante sus partidarios fue
gritarles: “¿Hay orejas aquí? ¡Veo algunas caras!”. Exuda prepotencia y
arrogancia; tiene hambre de mandar y hará su voluntad sobre cualquier
autoridad, le Pérez a quien le Pérez.
Tras los morteros que estallaban en el cielo, desplegó sus
alas un cuervo cuyo pecho exhibía la condecoración Cruz del Ejército de
Guatemala otorgada por sus altos servicios a Otto Pérez. Y aleteando, jadeante,
se hundió en la noche.