jueves, 24 de noviembre de 2011

Los deseos del rey/Sobre los chapines campeones panamericanos


Hola, gente maravillosa, campeona
de los Panamericanos: ya hicieron suficiente.

Juan Carlos Lemus

Érase de un rey sumamente rico que tenía una hija muy hermosa; ofreció entregarla, más la mitad de su reino, al valiente que le cumpliera dos deseos; el primero, decapitar al dragón Martus que asediaba sus territorios; su segundo deseo sería revelado cuando el vencedor le llevara la cabeza del animal.

Bravos hombres se internaron en el bosque. Muchos murieron hasta que uno de ellos, tras batirse con el dragón, lo decapitó y luego puso la cabeza a los pies del rey. Mas cuando pidió al soberano que le dijese cuál era su otro deseo, quedó petrificado al oír estas palabras: “Bien has cumplido mi primer deseo, el segundo es que me concedas otros dos deseos. El primero, que me traigas la cabeza de Gruter, el león gigante que traga de un tajo a 100 hombres, el otro te lo revelaré cuando hayas cumplido el primero”.

El guerrero surcó montañas y descendió a profundos barrancos hasta que se vio frente a la bestia. Tras lucha mortal, pudo cortarle la cabeza y también la puso a los pies del rey, quien complacido, dijo: “Bien has cumplido mi primer deseo. El segundo es que me concedas otros dos deseos. El primero, tráeme encadenado al Toro de las Siete Furias cuyos caballos salvajes cruzan las entrañas de la tierra. El segundo te lo pediré cuando hayas traído al Toro...”

Parte de la Leyenda de los deseos eternos, como se conoce a esta narración, la comparto a propósito del gran acontecimiento que recién celebramos en el país, el de los triunfos obtenidos por nuestros atletas en los Juegos Panamericanos de Guadalajara. El júbilo que nos provocaron es enorme. Son personas grandes y maravillosas. Se les debería dar algo más que aplausos porque no solo ganaron medallas sino que elevaron la moral de nuestro país tan lastimado; nos hicieron creer en un futuro brillante para el deporte, quizás también para el arte y la cultura. Pero, además, sería justo darles el premio de no presionarlos. Digo esto porque se les ha preguntado ya con mucha insistencia sobre “su próxima meta” y se habla de que participarán en las Olimpiadas de Londres y en los próximos Panamericanos. No dudo que podrán obtener más medallas, pero recién vienen de cortar grandes cabezas. Es semejante a la pregunta que hizo un reportero a un escritor cuando presentó una novela: “¿Cuál es su próximo libro?” El escritor, enfurecido, respondió: “Me pasé diez años escribiendo esta novela y todo lo que haces es preguntarme por la próxima, ¡Carajo!”.

Si se proponen avanzar aún más, será la suya una decisión personal. Contarán con nuestro apoyo, claro, pero por ahora veámoslos como lo que son, muchachos y muchachas que merecen parrandear. Ya decidirán si se aventuran en otros bosques. No hablo de conformismo, sino de que evitemos poner sobre sus espaldas nuestras esperanzas.

En Guatemala sucede que a las estrellas se les baña de elogios y cuando inician el descenso se les vitupera. Y no seamos como el rey despiadado que mientras más triunfos tenía, más exigía; por cierto, era un rey que jamás guerreó con dragón alguno y que al final –no les conté toda la historia- el joven murió en una de sus empresas, el rey siempre tuvo un nuevo deseo y su hija envejeció llena de lujos y de tristeza.