Responsabilidad de los
gobernantes
y de las personas con poder que influyen en la brutalidad social.
y de las personas con poder que influyen en la brutalidad social.
Por Juan Carlos Lemus
Igual monstruosidad evidencian los pandilleros
que tiran del puente a un joven que no quiso involucrarse con ellos, que una
funcionaria que se ríe del montón de niños desnutridos que fueron llevados para
destruir a una enemiga política. La deshumanización tiene distinta ropa, pero en
este caso la misma responsabilidad.
Pasan los días y salen a luz toda clase de
actos bestiales donde aflora lo peor del ser humano traducido en diputaciones
malparidas, influencias y magistraturas sobornadas.
Dos posturas sobre deshumanización se
complementan al momento de reflexionar sobre el tema. El sacerdote jesuita
Ignacio Martín-Baró, en su noción de deshumanización ofrece un enfoque de los
traumas psicosociales de la posguerra. Parte de su experiencia en El Salvador,
realidad similar a la nuestra porque vivimos un conflicto armado interno que
tuvo efectos parecidos, aunque distintas reacciones.
El jesuita recopiló ensayos de varios autores bajo
el título “Psicología social de la guerra: trauma y terapia”. Allí, el
psicólogo Joaquín Samayoa expone su “hipótesis de la deshumanización”, según la
cual la guerra incide en los patrones de conducta y los esquemas cognitivos de
la población; por ejemplo, sufre el empobrecimiento o la pérdida de la
capacidad de pensar lúcidamente; el empobrecimiento o pérdida de sensibilidad
ante el sufrimiento y sentido solidario, y la pérdida de la esperanza.
Tan interesante enfoque, sin embargo, no
satisface a Martín-Baró porque encuentra en él que el sujeto solo se adapta a
las circunstancias. Para el jesuita, me parece, el ser humano no es solo víctima
de su historia, no solo se adapta a la deshumanización sino que puede
contribuir a propiciarla.
En nuestro ámbito, las pandillas se nutren del miedo,
inseguridad y muertes violentas diarias, el cierto, pero además encuentran propicio
el terreno deshumanizado así mantenido por gentes como la diputada Mirza
Arreaga, del partido Lider, y los demás funcionarios responsables de provocar y
cultivar relaciones sociales deshumanizantes. Aun si están mentalmente
afectadas, personas como ella no tienen disculpa por ser parte de una sociedad destruida,
ya que tuvieron el poder de transformarla.
Nuestro miedo a los asaltos o a morir violentamente,
el racismo y discriminación provocan el deterioro de nuestra convivencia. Pero
todo eso no surge de la nada, son efectos a largo plazo de una estrategia
contrainsurgente implementada durante el conflicto armado. Hoy sufrimos los
golpes dados a la insubordinación de nuestros padres, tías, abuelos, aplacada
por métodos infrahumanos. Si ellos lucharon hasta morir, nosotros no podemos
dejar el trabajo a medias.
Es falso que la pobreza provoque violencia. No
es cierto que los barrios más pobres son, por el hecho de serlo, nidos de
delincuencia. Lo que provoca la violencia es la deshumanización incrustada
especialmente en gobernantes y personas con dinero y poder, que pudiendo
cambiar el rumbo de las cosas prefieren reafirmar sus intereses mezquinos y
salvajes.
@juanlemus9