Juan Carlos Lemus
Nada tan entretenido
había sucedido en el país –en materia de extranjeros- desde las desventuradas
cuitas acaecidas en 2009, cuando el español Armando Lusquiños, autodenominado
el Monje, anunció que había
organizado una guerrilla. Quienes siguieron de cerca aquellos capítulos, recordarán
que tras tales declaraciones fue vapuleado por sus camaradas y enviado de
vuelta a España por el Gobierno. Si no vivieron los desdichados episodios, les ofrezco
mi versión resumida.
Hallábase hundido
el Monje entre selvas guatemaltecas,
acaso alimentándose de mandiocas, y decía comandar a 300 mil personas armadas
hasta los dientes y con bombas ocultas entre los fondillos. El 11 de octubre de
2009 hubo un apagón de electricidad en todo el país. El Monje se atribuyó el ataque. Advirtió que era el inicio de la
revolución del siglo XXI.
Muchos
aplaudimos la moción. Aburridos de tanta miseria y de nuestros inútiles pataleos
verbales, ansiábamos que sucediera algo importante, algo que de verdad hiciera
temblar las estructuras de poder. Así que corrimos a desempolvar viejas
consignas que un día gritamos a todo pulmón en las calles o quizás debajo de la
cama: “Abajo la tiranía”, “Patria o muerte”, “Fuera imperialistas” y demás
vejestorios guardados en buhardillas mentales.
Para nuestra
pronta desilusión, el Monje actuaba
con sospechosa ingenuidad. Cuando todo parecía listo para la rebelión, sus
aliados lo desconocieron, lo pescocearon el 12 de octubre de 2009 cuando
manifestaban frente a Casa Presidencial. Fue conmovedor verle la boca sangrante. Tuvo
suerte de que no lo lincharan. Después, cuando le preguntaron si en realidad era el culpable de haber dejado
sin luz al país, respondió que ya el ministro de Gobernación había explicado
que lo hizo un rayo, y que él no producía rayos, por lo tanto, no era culpa
suya. De manera que estaba loco, pero no era estúpido. Parecía buena persona. Tuvo
la osadía de arar sobre la mar de los desposeídos.
Ahora viene a
amenizar nuestras desgracias el otrora multimillonario estadounidense John McAfee,
creador del antivirus informático de su apellido. Sospecho que los inventores de esas vacunas son los mismos que crean el virus para
vender el mal y el remedio. Viene
huyendo de la justicia beliceña. Según él, sufre persecución política. Lo cierto
es que se trata de un tipo extraño. En la web hay fotos suyas en las que posa cual
Rambo con fusiles y amigos asaz ramboides. Lo que no sabía don Antivirus era que igual vendría a caer en cuna de lobos.
Fue llevado,
eso sí, cariñosamente por la Policía, sin esposas, fumando entre la patrulla,
con las atenciones que merece un tipo de su estatura, claro. A nuestros paisanos
en EEUU, en cambio, como son de Toto, Sololá, Huehue o Taxisco los engrilletan,
arrodillan, manosean e insultan como si fueran asesinos. Tales humillaciones
quedan impunes y continúan. En tanto que Obama muestra un falso interés en
ayudar a los migrantes guatemaltecos, don
Antivirus yace albergado en refugio migratorio, accede a su blog, tiene
visitas de su novia, se engarabata con plausible teatralidad y es llevado al
hospital. Vino a proveer jocosidad y repudio; estamos acostumbrados.